Varios factores, algunos sociales, otros normativos y unos más hasta tecnológicos, impiden con detalles insignificantes pero trascendentes, el buen uso de un transporte que beneficia a millones de capitalinos.
Empecemos por una cuestión básica; la recarga de tarjetas de metrobús es una odisea para cualquiera; desde las interminables filas por la insuficiente cantidad de máquinas dispensadoras de tarjetas y de recargas, pasando por el hecho de siempre ceder ante la pretensión de quien no hace fila por haber “olvidado” la tarjeta y espera el “favor” de quien frente a la máquina de recargas, en primera instancia no tendrá inconveniente de prestarla, sin embargo no pensará en la interminable fila de clientes que sí portan su tarjeta de metrobús y ven demorada aún más su transporte, por capricho de quien en un inicio no fue capaz de formarse como los demás y ya en la fila pedir el favor pertinente, situación que sería más ética, más rápida y menos molesta.
Otra situación inadmisible, es el poco mantenimiento a las máquinas de recarga, ya que tardan demasiado en realizar el proceso de compra-venta y en muchos casos, no admiten las monedas, siendo esto un factor itinerante que agrava la poca disponibilidad de máquinas en cada estación. Una mayor cantidad de máquinas, favorecería el flujo ciudadano y por ende menos congestionamientos.
Hablando de éstos, es rotunda la falta de atención policiaca para determinar el máximo número de pasajeros para cada vagón; ya que el seguimiento al número de pasajeros reducirá los intentos de acoso sexual, robo y tensión entre ciudadanos. A su vez permitiría una mayor comodidad en el viaje y garantizaría un mejor uso del servicio.
Otro factor determinante para el correcto uso del metrobús, es la frecuencia con la cual pasa por cada estación; se ha perdido la lógica y la secuencia, existen brechas de más de 20 minutos en ocasiones y eso converge en un problema de tránsito, de flujo de personas, así como una disminución en la puntualidad de las mismas.
Más allá de ello, también la falta de coordinación y respeto a los tiempos de los pasajeros podría evitarse con un sistema de información de llegadas y salidas como en muchos trenes alrededor del mundo, sistemas de transporte que dan prioridad al orden para la eficiencia del sistema, un reloj con un aproximado de minutos de tardanza y horarios fijos de llegada modificaría para bien el uso de un transporte que sí permite esa cadencia que otros sistemas de transporte público adolecen.
Para finalizar, la logística que impera en ciertas estaciones es cuestionable, estaciones dónde se detiene el metrobús a “descargar” pasajeros sin un sentido real y dónde adelante tiene un sinnúmero de estaciones que podría continuar antes de llegar a su base que risiblemente tiene el mismo sendero que el metrobús ya vacío, desperdiciándose así un camión completo y causando confusión, ambigüedad y retrasos insólitos que ningún especialista en logística podría constatar como eficiente.
El metrobús es sin dudarlo, una magnífica obra que está reproduciéndose alrededor del Distrito Federal, de una metrópoli que necesita de su “afinación” para mejorar el servicio. A veces creemos que una vez edificada una obra, podemos olvidarla o que la innovación y remodelación es a largo plazo cuando la realidad es que hay un número incontable de opciones para mejorar día con día, mes en mes, la calidad de un servicio que podría ser de un nivel de calidad altísimo, si sólo buscáramos soluciones tecnológicas, culturales, sociales y educativas.
El volvo rojo es una gran opción pero como todo, es perfectible, hagamos consciencia de que las aportaciones urbanas también parten de la voluntad de sus ciudadanos…
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