jueves, 19 de mayo de 2011

El errado modelo neoliberal

Es prudente y preciso percatarnos de la gran inmundicia en la que vivimos rodeados y manoseados como diría un viejo adagio y una que otra canción de Gardel.
Vivimos en un mundo fatuo, repleto de necesidades banales e inexistentes en los planos verdaderos de nuestra esencia. Sometidos ante el yugo de una esclavitud en nómina y sacrificados ante la impotencia de una introspección verdadera.

Los aparatos ideológicos tanto del estado como empresariales, carcomen nuestra ávida necesidad de independencia; necesidad que de manera intrínseca debiese anexar al compendio marxista de necesidades junto a la alimentación, vestimenta y techo.
La independencia contemporánea ha sido prácticamente transformada erradamente en el término egocentrismo, desafiando así, una verdadera conciencia de nuestras más profundas necesidades y anhelos; para intencionalmente satisfacer las inseguridades de otros.

Y es que bajo el rigor del dogma social, de la letanía malsana de la insípida educación occidental, nuestros senderos habitualmente convergen en un estrés que desborda nuestras convicciones, horada nuestro tiempo e inhibe drásticamente sueños y añoranzas. Consecuentemente también reduce sistemáticamente nuestra independencia por realizar todo lo que verdaderamente queremos.

Todo argumento anterior, no tiene intención de menospreciar al neoliberalismo exacerbado y salvaje actual, pues sería un cliché innecesario ante la obviedad del hecho coercitivo que el capitalismo expide. 

En realidad, el enfoque es sobre el trabajo que la actualidad dista mucho del sentido lógico de su creación. Es decir, en antaño, la idea del trabajo convergía en saber que mientras hubiera trabajo habría menos labores  pues consecuentemente se habría reducido significativamente el peso sobre un área en específico.


Lamentablemente,  en el mundo contemporáneo la terminología del trabajo ya no es así y éste ha fomentado un mayor incremento de labores y de medios de producción, reduciendo drásticamente el tiempo por la investigación, la educación y la reflexión personalizada llamada independencia.

La secuencia de acciones del materialismo histórico, proclama que desde la aparición de la Revolución Industrial, en cuanto el nivel de producción superó a las necesidades del pueblo, los productores no buscaron más que el vil despilfarro y coerción social al anteponer una desmesurada e innecesaria producción de nuevas necesidades que consumieran la producción excedente y redundante que tornaría en negocio para algunos.

Es justo ahí donde el Estado debió interceder para regularizar y minimizar el impacto social que nunca entrevieron y que hoy con desgano, algunos reniegan como un absurdo.

Y es que niegan que las generaciones actuales son maniatadas , pero proclaman libertades inexistentes cuando pulula un inadmisible razonamiento que se inclina ridículamente por los valores materiales. Por ese Ipod con almacenaje perpetuo, o ese automóvil de reciente modelo que nunca podrá alcanzar su velocidad máxima en una ciudad atiborrada de obstáculos.

Esos necios actuales, también reniegan  y sostienen que el sistema funciona pese a la mimetización y reproducción sistematizada de medios  retrógradas esencialmente de consumo en televisión y radio evocando una alienación insatisfactoria para la evolución social de un país.

No obstante con ello, dichos energúmenos favorecen ideologías mojigatas dependientes de marcas, personas, días, precios y demás sinsabores tan simbólicos como diegéticos para que al final nuestra independencia y libertad existan únicamente en poder elegir a nuestro amo, situación que con evidencia no exime ni la existencia del amo ni la del esclavo…

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