Siempre persistente, esa lacerante burla colmada de estereotipos, estigmas y risa sardónica, nos corroe en sociedad como un cáncer competitivo que no encuentra alivio en el lógico entendimiento de las distintas capacidades humanas, de los versátiles gustos, predilecciones e incluso, en el estricto apego funcionalista; de saber que toda carrera profesional y todo trabajo en sociedad es necesario para el ensamblaje del marco laboral nacional.
No se haya la discriminación exclusivamente en cuestiones de género, orientación sexual o poder adquisitivo, sino que dicho fenómeno se filtra; auspiciado por los factores anteriores, en la selección profesional de cualquiera de nosotros.
Nos vemos encasillados a la selección profesional por distintos pesos, vaticinamos como auténticos eiségetas el porvenir de cierto rubro y enarbolamos pronósticos de éxito causando con ello que las preferencias se vean delimitadas desde un inicio. Ya dentro de una carrera considerada “poco trascendente” o bien “sin futuro lucrativo”, la crítica social es severa e infatigable.
Ingenieros dilapidan con fastuosa arrogancia la ambigüedad de las humanidades y a su vez, las ciencias sociales demeritan con sendos reproches la capacidad reflexiva de los considerados “autómatas” que presumen matemáticas elevadas y arremeten con insufrible ortografía en contra de las palabras.
Muchas carreras profesionales guardan un halo de respeto somero en sociedad, por lo general aquellas que involucran una memoria privilegiada o bien un manejo sofisticado de las matemáticas más excepcionales.
Sin embargo aquellas que quizá no solicitan tiempos extraordinarios o prescinden de conocimientos técnicos o matemáticos, muchas veces encuentran su éxito en la psicología, interacción social o el arte, siendo minimizados por padres de familia, compañeros y sociedad en general, asumiendo prioridades inexistentes que cercenan la convicción individual y forjan ideas preliminares sobre tal o cual preferencia profesional.
Considero menester indispensable poner ojo clínico ante este fenómeno que no sólo discrimina al profesional, al graduado que percibe todo en su contra, sino también al futuro artista, al investigador, al geólogo, al comunicólogo o al mismo teólogo o filósofo; todas ellas profesiones esenciales para el desarrollo del país, claro está en distintas áreas que no por ello descartan su matización.
Buscar un encuentro profesional y entrever posibilidades de vinculación entre profesionistas es hallar en la otredad a un compañero que desde su propia cosmogonía aportará a una empresa, causa o proyecto.
En la idiosincrasia mexicana, la discriminación existe a través del miedo y la ignorancia, basta sabernos diferentes para argumentar en contra y similares para competir…
La próxima vez que en una fiesta o reunión indague sobre el giro profesional de alguien más, busque con ahínco juzgar más allá del estereotipo; manténgase; si verdaderamente lo está, interesado en el trasfondo, convicciones y aspiraciones de la persona que frente a usted podría ser su próximo compañero de trabajo, aquél que complementará su esfuerzo y podría enseñarle alguno que otro conocimiento que usted ha dejado añejar en el sendero de la vida…
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