viernes, 5 de agosto de 2011

Acteal, una perspectiva y otra realidad

Un viaje a Chiapas es insuficiente para develar las semillas del apaciguamiento revolucionario actual, la germinación de una lucha insatisfecha y la pugna por la autonomía y reconocimiento indígena.
Una travesía de apenas siete días al corazón de la insurrección zapatista no es sinónimo de verdad absoluta, pero sí un acercamiento visible de la realidad actual y los motivos desencadenantes del movimiento de los años noventa.

Enclavada en los altos de Chiapas, aún a dos horas y media de San Cristóbal de las Casas por un sinuoso y reticente sendero se ubica la comunidad de Acteal, la efigie del monumental problema por el cual atraviesa Chiapas en la actualidad, y lo explico en presente ya que todos recuerdan la terrible masacre que sufriera este pueblo en 1997 con el asesinato de 45 habitantes; sin embargo,  la peripecia sigue vigente a pesar de ver el detrimento de los años mozos del movimiento zapatista cuando lograron captación internacional en todo sentido, pero cual moda intelectual, dicho ideal de liberación y reconocimiento indígena quedó postrado en un esbozo de interés y en la insostenible venta de figurines encapuchados que sólo pregonan el éxito del neoliberalismo en el mismísimo seno del movimiento.


El día 22 de cada mes, en Acteal se celebra una misa para recordar la masacre que un grupo de paramilitares propició a su misma comunidad auspiciados por el Gobierno Federal  y Estatal de aquellos tiempos. Triste, lúgubre y desolador luce el panorama,  los habitantes muestran sus atuendos de gala, esos trajes típicos, folclóricos y distintivos atuendos en blanco, moteados en rojo y negro. Ellos lucen cabizbajos, meditabundos y esperanzados  en el retorno de la electricidad, esa que por lo general se ausenta misteriosamente cada celebración después de haber denunciado ante la CFE ridículos recibos de cuantiosas cantidades. 

En el recinto, ellos, los sobrevivientes permanecen serios  ante la ya consagrada visita de extranjeros, periodistas y estudiantes; y es que la realidad actual dista mucho de encontrar justicia, equidad, libertad y paz, valores insustituibles del grupo denominado Abejas, facción pacifista cuyo respaldo moral al EZLN les costó en 1997 la desaprobación federal y en consecuencia la vida de 45 de sus habitantes, algunos de ellos aún permanecían en el vientre materno.

La misa se viste con cánticos regionales, danzas coloquiales y una búsqueda de alivio constante, una misa la cual el párroco Marcelo argumenta es fuente inspiracional para continuar en la lucha por el reconocimiento indígena, afrenta por un mejor porvenir de comunidades tzotziles, tzeltales y lacandonas. 

Sin embargo la misa se ve soslayada con la liberación de los presuntos culpables en 2009, los paramilitares redimidos después del proceso irregular según dictaminó la Suprema Corte de Justicia, han encontrado en el CIDE y sobre todo en  intelectuales como Héctor Aguilar Camín, un respaldo suficiente para volver a Acteal pese al miedo y desprecio comunal, aceptando 5 hectáreas a su retorno aunado a una casa propia, situación  que luce con claros tintes electoreros…

En entrevista, el padre Marcelo, cuyo cariñoso pseudónimo nos remite a llamarlo simplemente “Mache”, nos comentó en reciente viaje, la artimaña política por tergiversar la verdad y así debilitar a la misma, argumentando que el retorno de los paramilitares reconocidos como culpables por los mismos sobrevivientes, mantiene en jaque la integridad de la comunidad. La mentira se cierne en las anécdotas cuando se argumenta que rezaban cuando fueron cobardemente acribillados o peor aún, cuando se minimiza y con eufemismos se argumenta que los asesinados fueron obra y magia de una disputa regional por diferencias ideológicas… La realidad es que fue así, sólo con la diferencia de saber que una ideología era sostenida desde Los Pinos…
 Azotados por una verdad inconclusa y demeritada, el jerarca religioso asume su rol dentro de la comunidad, aseverando que es el evangelio el cual mantiene los lazos comunales fuertes y estables, brindando unión y esperanza a un pueblo dividido que según se dice, tiene una esfera tripartita: Un Acteal dominado por el grupo pacifista “Las Abejas” , cuyo pseudónimo dicen  proviene de la analogía directa con el insecto, el cual no es agresivo por naturaleza, sino en consecuencia…

En segundo y tercer plano, aparecen  el Acteal Priista, dominado por el avasallamiento del partido político y el Acteal Zapatista, ambos con diferencias magnánimas que propician inestabilidad y un clima insufrible dentro de la región.

Al continuar con la entrevista, Marcelo sentenció con lo inevitable; explicó que ha sufrido más de 3 atentados en su contra pero sabe que su lucha es la unificación, la paz y el levantamiento de una voz indígena ante las vejaciones y difamaciones con las cuáles se enfrenta día a día.

Para concluir la visita, un servidor acudió al lugar dónde se homenajean a los caídos, dónde fueron enterrados los mártires de Acteal, esos que son combustible de lucha para la comunidad entera, elixir de revolución esgrimirían algunos. Entre rezos y pancartas, en las húmedas catacumbas y con la tempestad encima, la cordialidad no es excedente y tanto visitantes como habitantes de Acteal, son invitados al comedor principal para deleitarse con un apacible gusto culinario con un poco de frijoles, arroz y agua de guayaba.
Una vez terminada la visita, quedan en la mente las palabras, las atenciones, el histórico lugar que desencadenó una lucha y por supuesto los vientos de la masacre…

Y es que aún allá arriba, lejos de la celebración y escondida entre maleza y coníferas, se asoma una casa con el inconfundible escudo priista vigilando a la lejanía.  Esa pertinaz bajeza de 1997 sabemos a quién atribuirla… es a ese partido que deleita su retorno a la cúpula del poder esperando reiniciar la cacería…

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